Luis Fega. Tuga. Madera, metacrilato y pigmentos |
queremos ser, entre lo que sabemos y lo que aún no conocemos.
Mientras pinto, no pienso para nada en significados, me concentro simplemente en la resolución del problema planteado, en la realización de un hecho estético, el cual es antes sensible que inteligible. Añado formas, quito o modifico otras, matizo los colores en busca de una determinada tonalidad, y así hasta que la informe amalgama cobra vida, hasta que deja de fluir la idea. En este sentido podríamos considerar que entre la mente y la tela a través del conducto brazo, se produce el principio de los vasos comunicantes: concluimos la obra cuando se igualan los niveles.
La declaración de intenciones nada aporta, ni quita. A fin de cuentas, en la superficie pintada está todo lo dicho, pero además, es bueno para el arte que las obras conserven un cierto grado de oscuridad, que lo creado no se deje desentrañar fácilmente. Si a cada significante le acoplásemos su correspondiente significado, convertiríamos nuestro mundo en una absurda y aburrida planicie.
Creo, en contra de lo que muchos opinan, que la pintura sigue estando viva, y así será mientras existan seres humanos. Con un simple carbón de una hoguera, quien esté capacitado para ello, podrá hacer grandes obras. Es cierto que las dificultades son grandes, que resulta muy difícil realizar nuevas aportaciones, pero precisamente por eso, los logros serán más meritorios.
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